CLÍNICA TAGIMA 5 | CIUDAD DEL CARMEN

CLÍNICA TAGIMA 5 | CIUDAD DEL CARMEN

Hormigas rojas en la pared, la oscuridad y una pequeña línea de luz en medio de un sitio húmedo, la tierra vibra, el canto profundo y grave de una voz ancestral. Despierto, una ducha y salir hacia Ciudad del Carmen. 

UN TRAYECTO ALUCINANTE.
Verde. Azul. Verde por donde veas. Ríos, verde, azul del cielo. Verde en la vegetación, en los mangos, los plátanos, en la gente que vende a píe de carretera. Humedad en el ambiente y en la Peyó estamos en el Polo Norte. Carretera, carretera de la vuelta, una pura línea recta... aduanas, camiones, calor. 

PARÉNTESIS CERCA DEL GRIJALBA
Villahermosa. Entre que colores cafés por el agua revuelta que provocó la lluvia. Entre que charcos esperando los calambres del sol para desaparecer. Nos detuvimos de rápido en la tienda Musical Andrew, platiqué con algunos de los vendedores, pude ver los instrumentos que vendían, de todo un poco. Llegaron algunas familias a comprar instrumentos, a recoger una guitarra bastante madreada que quién sabe cuántas veces había caído al hospital de instrumentos. Muy cerca de nosotros, el río, cerca del río algunos vagos durmiendo bajo grandes lonas de plástico, también gente caminando, buscando algún alimento, algún buen motivo para salir de casa. Nosotros, así, rapidito, pisamos Villahermosa, comimos unas quesadillas y unas gorditas, agua de jamaica, y nos fuimos, en la Peyó, acalorados, dispuestxs a seguir alucinando con el paisaje. En una caseta nos detienen y nos dan un basculón loco, es la pinta del rock, jaja, mentira, ni modos, por wapos, jaja.

ENTRE GUITARRAS TE VEAS
Cruzamos un puente sobre el mar para llegar a Ciudad del Carmen. Gaviotas volando en su aire. Instalados en el aposento. Nos alistamos. Una refrescada, una musica, y vámonos. Cerca, muy cerca estaba Music Box, en una plaza, cuando el atardecer estaba en su momento más anaranjado, luego rojo, morado, naranja, azulito. Llegamos, muchos instrumentos, muchas guitarras muy bonitas, Gezel me dice que unas estaban muy chidas, que la signature tal, que la otra, que el ampli, una tienda bien chida, y no se diga de las personas que atienden, a todo dar, amables, gentiles, chidas. Santana y Gezel se apresuran a conectar. Llegan las y los primeros asistentes. El foro está presto, las sillas se ocupan, los músicos en sus puestos, Rojo, los presenta, Dober escucha desde la última fila, Gezel, aún sufre los estragos de una tos inclemente. Los primeros guitarrazos y comienza la comunión, las y los asistentes mueven las cabezas, las piernas, las ideas. 
Invitan al jam y se suben par de guitarristas que le tupen recio al instrumento, se la saben bien y hacen el momento aún más memorable. Se charla, se hace música, se comunican emociones, información, cotorreo. Gezel toma la Grace 700 y se pone a guitarrear las de Rush y algunos otros éxitos de su autoría. La sesión llega a momentazos, en donde el personal está feliz, se nota en su rostro, y seguro a ti, lector, lectora, perdona que no te hablé antes, pero así pasa, ¿no?, cuándo vas a un lugar y terminas con la sonrisa porque sabes que hiciste bien al ir, porque tomaste una buena decisión, hiciste de tu momento algo lindo, algo especial, algo distinto, sucede, esta vez gracias a la música, gracias al sano acto de crear sonidos con un objeto, de armar melodías con la materia.
Termina la clínica, fotos, videos, plática, sonrisas, un vaso de coca, un pan relleno de queso, muchas guitarras, muchos instrumentos, alegrías. Nos despedimos entre risas. Salimos para buscar el sagrado alimento. Llegamos, ya la luna tomaba una piña colada y se pavoneaba a la orilla del mar. De inmediato supe qué hacer, después de darle un trago a la michelada, ya de noche, en la oscuridad de Ciudad del Carmen, en los bordes de nuestro país, decidí hacerme mar, corrí hacía el malecón y me arrojé al agua, entre los pececillos, entre la sal, sumergido en las aguas del mundo. 

Desperté en el aeropuerto. Con la insistente idea de haber soñado con pulpos gigantes y peces grandes. El avión esperaba. Abordamos. La máquina despegó y las nubes nos fueron marcando la ruta. Pestañeos largos, llegamos a la Ciudad. Partimos, sólo para volver.