CLÍNICAS TAGIMA EN EL SUR DE MÉXICO | PARTIR PARA VOLVER

CLÍNICAS TAGIMA EN EL SUR DE MÉXICO | PARTIR PARA VOLVER

Es la música, es la posibilidad de entendernos de distintas maneras, de asombrarnos y sabernos hipnotizados por la capacidad y el talento de la persona. Y fue la música que nos llevó a conocer otros lugares, a otras personas, amables, talentosas, fantásticas, seres de esta galaxia que entregan buena vibra y sonrisas por doquier.

HASTA PRONTO MONSTRUOSA CIUDAD
Llegamos al aeropuerto. Terminal 2. Esperamos con el nervio previo al vuelo, al ir sentado en la máquina y estar arriba, muy arriba, esperando llegar a otro espacio, otras humedades. El capitán avisó y despegamos. Entre cúmulos de nubes, decidí escaparme del mundo con algunas rolas, conecté mis auriculares a la pantalla y sintonicé, primero, una del Conejo Malo, para perder el miedo y sabrosear un rato, ya luego, para entrarle al tren, unas de Oasis, el vuelo se puso interesante, la señorona de al lado no dejaba de tomar fotos al paisaje, al Pico de Orizaba, a la ventanilla, al sentirse tan frágil, tan abandonada en el mundo. Lo olvidé, sólo para hacerla de emoción, pero nuestro primer destino era Tuxtla Gutiérrez, capital Chiapaneca, marimba y pozol, calor y sonrisas, trago y carraca, butifarra y camarón seco. Pero faltaría para todo eso, primero, los tristes cacahuates con pasas que nos entregaron las azafatas. También lo olvidé, para generarte expectativa, lector, lectora, porque sé que llegaste aquí, no sé cómo, no sé por qué, pero llegaste, y sí lo hiciste, te prometo que te vas a divertir con lo que viene. Ibamos cinco, primero cuatro y luego cinco. ¿Por qué? Ya te vas a enterar. Además del raquítico maní, algo para pasárselo y pues para esos momentos ya venía tendido con unas de Gorillaz y hasta me puse unos temazos del Daft Punk, del Discovery. El vuelo se puso macizo por las rolas y por las turbulencias que a más de uno hicieron sudar cacareando, pero todo bien, sólo era el avión atravesando las nubes. (Léctor, lectora, lectore, tienes que saber algo más, escribo desde Ciudad del Carmen, ¿sabes en dónde está? Búscalo si quieres, verás que es un sitio interesante, ubicado en donde acaba la tierra de la República Mexicana, y está lloviendo, ahora mismo, fuerte, muy fuerte mientras Mike Gezel descansa agobiado por el maldito resfriado que pescó en los varios cambios de clima, y truena el cielo, se ilumina recio y desde la habitación del hotel se miran inundadas las calles, las motos apenas pasan, pero sabes qué, para que te enteres más de eso, tendrás que esperar un poco, ah, además, para escribir esto escucho canciones de Royel Otis, y Mike Gezel, duerme).
Sin ningún tema, llegamos al aeropuerto Ángel Albino Corzo, en Tuguchis. Dos marimberos le daban duro a la madera en la salida del lugar, nos bienvenían de la manera más chida, con música y una humedad que ya avisaba que esto iba a estar sabroso. Abordamos la camioneta que nos acompañaría, ahora sí, te voy a decir a quiénes, primero cuatro: Dober, Rojo, Santana y R. Algo cansados, con un poco de hambre, nos dirigimos hacia la Ciudad, cerca del Parque de la Marimba. Rojo apenas prendía la Peyó rentada, y la lluvia comenzó a darnos sus caricias mustias. Llovió durante nuestro trayecto. No pudimos ver el paisaje hasta entrar a la zona urbana, faroles, autos, charcos, Tuxtla, gente. Llegamos al hotel. Registrarse, acaso tararear una canción durante la espera, no recuerdo cuál, invéntate una, si quieres. Bajar maletas. Subir a la habitación. Me toca solo, ya sabrás por qué, te adelanto tantito: martes 23 de septiembre, Mike Gezel, algo apurado, algo impaciente, en ese mismo momento que nosotros ingresábamos a nuestro temporal aposento, se preparaba para ir al concierto de Ghost... y todo iba bien...). 
Acomodé mis cosas. Una refrescada. Y bajar a cenar. Charlamos. Tomamos café, comimos. Planeamos. Pensamos. Recordamos. Nos fuimos. Quise dar una vuelta en la nocturna Tuxtla, y recordar y revivir y ser en ese espacio, otra vez, en su música, en sus silencios. Ciudad calmada, Ciudad fresca, que al siguiente día se pondría sus rayos solares y nos invitaría algo de sudor. Caminé, oscuras las calles, oscura la vida. Melancolía. Regresé, ahora sí, tarareando las nuevas de Tame Impala. Presioné el botón, el ascensor llegó. Subí y me miré distinto en el espejo. Me espanté. Entré a la habitación. Llovía, También llovía.
A la mañana siguiente tocaría ir a Center Music. Pero si quieres saber eso, tendrás que esperar, un poco, un poquito más. Me fui a dormir, mirando el parque Bicentenario y escuchando Well i Wonder de The Smiths, esto apenas empezaba.